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lunes, 28 de enero de 2008

Memorias de "Marko"



Cuando era niño (y probablemente lo siga siendo porque aun no e perdido la capacidad de asombrarme y de mirar, a veces, la vida con los ojos abiertos de par en par) yo creía que la raya del horizonte era una ranura donde, todos los crepúsculos, el sol ponía una inmensa moneda de oro en la inmensa alcancía del mar. ¡ Y calculaba cuanto debía pesar la tierra con tantos millones y millones de monedas en su interior..! Y soñaba con trepar a la cumbre de los volcanes desde donde, sin duda, podría ver uno de aquellos fantásticos ahorros en el centro del planeta. Pero vino un idiota, el idiota concreto, ese idiota que a todos se nos cruza alguna vez, como un gato negro en el camino de la vida, y no solo me explicó que no solo existían los horizontes, que las nubes no eran barcos de algodón a la deriva en el infinito, y que la luna no era un gran farol preventivo, puesto allí para evitar que de noche no nos tropezara algún planeta en la oscuridad sino que, además, tubo la conchudes de enseñarme la lógica de lo razonable,

A partir de entonces fue que me propuse no ser jamás el idiota concreto de nadie. Digo, el idiota destructor de mitos, el hombre capas de asesinar un sueño, una ilusión ajena. Las cosas tienen la forma, el color, la dimensión y la trascendencia que yo les doy, para mi propio consumo, sino que me importe en absoluto como pueden ser ellas en s real realidad intrínseca. Pienso que todos tienen también ese derecho, aunque son muy pocos los que se atreven a ejercerlo por temor a “los demás” o a cualquiera de los fantasmas creados por la mediocridad. Cada quien tiene que vivir su propia poesía a su manera, dejando que los idiotas se midan entre ellos, con las reglitas exactas y miopes de sus formulas cojudas.

Me e animado a empezar a escribirte hoy, y de repente sentí como cierto mecanismo oxidado, cierto engrane sin aceitar, se revolvía en mi cerebro, y recordé, demasiado bien, lo que decía mi lindo profesor (luego recordé que nada de lindo tenia el desgraciado cuando nos agarraba de reglasos en las manos) “al cerebro se le domestica, se le educa, se le instruye”, y a veces me sentaba a imaginar ¿como seria un colegio para cerebros? y como se le enseña honradamente a ganarse la circulación sanguínea de cada día, con el sudor de sus neuronas. Pero también recuerdo la soledad, mas que nada, porque el colegio, a pesar de ser educativo en el sentido personal, y (al menos para mi) instructivo en aquel sentido donde te enseñan que los mártires solo son tipos con mala pata, pues empecé a creer que era yo quien no encajaba. Cuando luego fui mas grande y empecé a estar seguro que los héroes son esos tipos que se cagan de miedo y no pueden moverse, asistía a un instituto, fue en esos momentos en la vida donde uno empieza a comprender todo y se deleita sabiendo mucho de todo y dándose cuenta de la realidad y lo real, y termine de convencerme que si, que posiblemente tenga una manera especial y particular de ver las cosas. Fue en ese momento donde ocurrió un incidente, dicen que macabro, yo digo que real, alguien se ahorcó. Quizás ocurra que donde el prójimo ve un ahorcado, yo vea “un péndulo en el reloj de la muerte” o “un pescado, recién sacado de la vida” y piense que “la horca es un instrumento de cuerda” observando que “al ahorcado se le hace un nudo en la garganta” y llegando a la conclusión de que “es mejor no hablar del ahorcado en casa de fabricante de sogas”. Lo evidente es que yo veo cualquier cosa menos un ahorcado. Y esto no significa que tenga nada personal con los ahorcados, por el contrario, me gustan porque “todos ellos mueren sacando la lengua a medio mundo”. y medio mundo se escandalizó al saber mis opiniones, Charlie García en una canción preciosa, me termino de convencer que “los que no pueden mas se van”, y dejé de pensar que uno es demasiado cobarde para quitarse la vida, al contrario, es alguien que cumplió su meta.

Cosas como aquellas rodeadas siempre de extrañeza, asombro, y de miradas raras, terminaban siempre en una severa justificación para empezar a creer que algo raro funciona en mi, cosa que me llevo a pensar que lo malo de la humanidad es que esta llena de gente. Y la curiosidad no se le perdona a nadie… lo cual me hizo comprender que yo no soy nadie. Fue entonces que empecé a entender cuando uno gana su nombre y ahí fue cuando se me desato quizá el primer momento de escribir. Hice esto, espero que te guste cariño.

Creo que pocos niños habrán odiado tanto como yo los libros. Eran, además, objeto de mi terror. Cuando se acercaba la Navidad o el día de mi cumpleaños, empezaba a vivir el terrible desasosiego que representaba imaginarme a algún amigo de mis padres o una tía que nunca falta, llegando a visitarme con una sonrisa en los labios y un libro de Julio Verne, por ejemplo, en las manos. Era mi regalo y tenia que agradecérselo, cosa que siempre hice, por no arruinarle la fiesta a los demás, en lo cual había una gran injusticia, creo yo, porque la fiesta era para mí, para que la gente me dejara feliz con un regalito, y en cambio a mi me dejaban profundamente infeliz y, lo que es peor, con la obligación de deshacerme en agradecimientos para que el aguafiestas de turno pudiera despedirse tan satisfecho y sonriente como llegó.

El colmo fue cuando asesinaron al padre de uno de los amigos más queridos que tuve en mi colegio para niñitos peruanos con cuatro bancas y cuenta bancaria en el extranjero, por decirlo de alguna manera. La noticia me puso en un estado de sufrimiento tal, que sólo podría atribuírselo a un niño pobre, dentro de la escala de valores en la que iba siendo educado, por lo que se optó por ponerme en cuarentena hasta que terminara de sufrir de esa manera tan espantosa. Me metieron a la cama y me mandaron a una de esas tías que siempre está al alcance de la mano cuando ocurre alguna desgracia, y a la pobre no se le ocurrió nada menos que traerme un libro de un tal D'Amicis, creo, escribió para que los niños lloraran de una vez por todas, también creo.
Regresé al colegio con el corazón hecho pedazos, por lo cual ahora me parece recordar que el libro se llamaba Corazón. Y cuando llegó la primera comunión y, con ella, la primera confesión que la precede, el primer pecado que le solté a un curita norteamericano preparado sólo para confesión de niños (a juzgar por el lío que se le hizo al pobre tener que juzgar divinamente y con penitencia, además, un pecado de niño tan complejo), fue que, por culpa de un libro, yo me había olvidado de un crimen y de mi huérfano amigo y, a pesar de los remordimientos y del combate interior con el demonio, había terminado llorando como loco por un personaje de esos que no existen, padre, porque los llaman de ficción.
-¿Cómo fue el combate con el demonio? -me preguntó el pobre curita totalmente desbordado por mi confesión.
-Fue debajo de la sábana, padre, para que no me viera el demonio.
-¡Para que no te viera quién!
-El demonio, padre. Es una tía vieja que mi papá llama solterona y que según he oído decir siempre aparece cuando algo malo sucede o está a punto de suceder. Yo me escondí bajo la sábana para que ella no se diera cuenta de que había cambiado el llanto de mi amigo por el del libro.

El padrecito me dio la absolución lo más rápido que pudo, para que no me fuera a arrancar con otro pecado tan raro, y logré hacer una primera comunión bastante tembleque. Años después me enteré por mi madre que el curita la había convocado inmediatamente después de mi extraña confesión, y que le había dado una opinión bastante norteamericana y simplista de mi persona, sin duda alguna porque era de Texas y tenía un acento horripilante. Según mi madre, el curita le dijo que yo había nacido muy poco competitivo, que no había en mí el más mínimo asomo de líder nato, y que si no me educaban de una manera menos sensible podía llegar incluso a convertirme en lo que en la tierra de Washington, Jefferson y John Wayne, se llamaba un perdedor nato. Mis padres decidieron cambiarme inmediatamente a un colegio sin cuenta bancaria en el extranjero, porque un gula espiritual con ese acento podría arruinar para toda la vida mi formación.
Con los años se logró que mejorara mi aceptación comunicativa, pero mi problema con los libros no se resolvió hasta que llegué al penúltimo año de secundaria. Un profesor, que siempre tenía razón, porque era el más loco de todos, en el disparatado y anacrónico refrito reclusorio que era aquel colegio, nos puso en fila a todos, un día, y nos empezó a decir qué carrera debíamos seguir y cuál era la vocación de cada uno y, también, quiénes eran los que ahí no tenían vocación alguna y quiénes, a pesar de tener vocación, debían abandonar toda tentativa de ingreso a una Universidad, porque a la entrada de la Universidad- de Salamanca, en España, hay un letrero que dice: "Lo que natura no da, Salamanca no lo presta". Un buen porcentaje de alumnos entró en esta categoría, por llamarla de alguna manera, pero, sin duda, el que se llevó la mayor sorpresa fui yo, cuando me dijo que iba a ser escritor o que, mejor dicho, ya lo era. Le pedí una cita especial, porque seguía considerando que mi odio por los libros era algo muy especial, y entonces, por fin, a fuerza de analizar y analizar mil recuerdos, logramos dar con la clave del problema.
Según él, lo que me había ocurrido era que, desde niño, a punta de regalarme libros para niños, me habían interrumpido constantemente mi propia creación literaria de la vida. En efecto, recordé, y así se lo dije, que de niño yo me pasaba horas y horas tumbado en una cama, como quien se va a quedar así para siempre, y construyendo mis propias historias, muy tristes a veces, muy alegres otras, pues en ellas participaban mis amigos más queridos (y también mis enemigos acérrimos, por eso de la maldad infantil), y que yo con eso era capaz de llorar y reír solito, de llorar a mares y reírme a carcajadas, cosa que preocupaba terriblemente a mis padres. "Ahí está otra vez el chico ese haciendo unos ruidos rarísimos sobre la cama", era una frase que a menudo les oí decir. El profesor me dijo que eso era, precisamente, literatura, pura literatura, que no es lo mismo que literatura pura, y que mi odio a los libros se debía a que, de pronto, un objeto real, un libro de cuya realidad yo no necesitaba para nada en ese momento, había venido a interrumpir mi realidad literaria.
En ese mismo instante, recuerdo, se me aclaró aquel problema que, aterrado, había creído ser un grave pecado cometido justo antes de mi primera comunión. Aquel pecado que tanto espantó al curita norteamericano y sobre el cual dio una explicación que, según mi madre, tomando su café de las cinco y leyendo, sólo podía compararse con su acento tejano.
Claro, aquel libro lo había tenido que escuchar (los otros, generalmente, los arrojaba a la basura). Y ahora que lo recuerdo y lo entiendo todo, lo había tenido que escuchar mientras yo estaba recreando, en forma personalizado, o sea necesaria, el asesinato del padre de mi excelente amigo de infancia. Me encontraba, seguro, muy al comienzo de una historia que iba a imaginar en el lejano Oeste y muy triste, particularmente dura y triste puesto que se trataba de ese amigo y ese colegio. Y cuando la lectura de mi tía, cogiéndome desprevenido y desarmado, por lo poco elaborada que estaba aún mi narración, impuso la tristeza del libro sobre la mía, yo viví aquello como una cruel traición a un amigo. Y ese fue el pecado que le llevé al curita tejano.
Desde entonces, desde que dejé de leer libros que otros me daban, empecé a gozar y Dios sabe cuánto me ayuda hoy la literatura de los demás en la elaboración de mis propias ficciones. Cuando escribo, en efecto, es cuando más leo...


domingo, 27 de enero de 2008

Cuando dejé aquel mar...

Vivir para contarla



Cuando dejé aquel mar, una ola se adelantó entre todas. Era esbelta y ligera. A pesar de los gritos de las otras, que la detenían por el vestido flotante, se colgó de mi brazo y se fue conmigo saltando. No quise decirle nada, porque me daba pena avergonzarla ante sus compañeras. Además, las miradas coléricas de las mayores me paralizaron. Cuando llegamos al pueblo, le explique que no podía ser, que la vida en la ciudad no era lo que ella pensaba en su ingenuidad de ola que nunca ha salido del mar. Me miro seria: “no, su decisión estaba tomada. No podía volver”. Intenté dulzura, dureza, ironía. Ella lloró, gritó, acarició, amenazó. Tuve que pedirle perdón.
Al día siguiente empezaron mis penas. ¿Cómo subir al tren sin que nos vieran el conductor, los pasajeros, la policía? Es cierto que los reglamentos no dicen nada respecto al transporte de olas en los ferrocarriles, pero es misma reserva era un incisión de la severidad con que se juzgaría nuestro acto. Tras de mucho cavilar me presenté en la estación una hora antes de la salida, ocupe mi asiento y, cuando nadie me veía, vacié el deposito de agua par los pasajeros; luego, cuidadosamente, vertí en él a mi amiga.
El primer incidente surgió cuando los niños de un matrimonio vecino declararon su ruidosa sed. Les salí al paso y les prometí refrescos y limonadas. Estaban a punto de aceptar cuando se acercó otra sedienta. Quise invitarla también, pero la mirada de su acompañante me detuvo. La señora tomo un vaso de papel, se acercó al depósito y abrió la llave. Apenas estaba a medio llenar el vaso cuando me interpuse de un salto entre ella y mi amiga. La señora me miró con asombro. Mientras pedía disculpas, uno de los niños volvió a abrir el depósito. Lo cerré con violencia. La señora se llevo el vaso a los labios:

- Ay, el agua esta salada.
El niño le hizo eco. Varios pasajeros se levantaron. El marido llamó al conductor:
- Este individuo hecho sal al agua.
El conductor llamó al inspector:
- ¿Con que usted echó substancias en el agua?
El inspector llamó al policía en turno:
- ¿Con que usted echó veneno al agua?
El policía en turno llamó al capitán:
- ¿Con que usted es el envenenador?

El capitán llamó a tres agentes. Los agentes me llevaron un vagón solitario, entre las miradas y los cuchicheos de los pasajeros. En la primera estación me bajaron y empujones me arrastraron a la cárcel. Durante días no se me habló, excepto durante los largos interrogatorios. Cuando contaba mi caso nadie me creía, ni siquiera el carcelero, que movía la cabeza, diciendo: “el asunto es grabe. ¿No había querido envenenar a unos niños?”. Una tarde me llevaron ante el procurador.

- Su asunto es difícil – repitió – voy a consignarlo al juez penal. Así paso un año.

Al final me juzgaron. Como no hubo victimas, mi condena fue ligera. Al poco tiempo, llegó el día de mi libertad.
El jefe de la prisión me llamó:

- Bueno, ya está libre. Tuvo suerte. Gracias a que no hubo desgracias. Pero que no se vuelva a repetir, porque la próxima le costará caro…
Y me miró con la misma mirada seria con que todos me veían. Esa misma tarde tomé el tren y luego horas mas tarde me encontraba en casa. Al llegar a la puerta, oí risas y cantos. Sentí un dolor en el pecho, como el golpe de las olas de la sorpresa cuando la sorpresa nos golpea en el pleno pecho: mi amiga estaba allí, cantando y riendo como siempre.

- ¿Cómo regresaste?
- Muy fácil: en el tren. Alguien, después de cerciorarse de que era solo agua salada, me arrojó en la locomotora. Fue un viaje agitado, de pronto era un penacho blanco de vapor, de pronto caía en lluvia fina sobre la maquina. Adelgacé mucho. Pendí muchas gotas.

Su presencia cambió mi vida. La casa de pasillos obscuros y muebles empolvados se llenó de aire, de sol, de rumores y reflejos verdes y azules, pueblo numeroso y feliz de reverberaciones y ecos. ¡Cuantas olas es una ola y como puede hacer playa o roca o rompeolas un muro, un pecho, una frente que corona de espumas! Hasta los rincones abandonados, los abyectos rincones del polvo y el detritus fueron tocados por sus manos ligeras. Todo se puso a sonreír y por todas partes brillaban dientes blancos. El sol entraba con gusto en las viejas habitaciones y se quedaba en casa por horas, cuando ya hacia tiempo que había abandonado las otras casas, el barrio, a ciudad, el país. Y varias noches, ya tarde, las escandalizadas estrellas lo vieron salir de mi casa a escondidas.

El amor era un juego, una creación perpetua. Todo era playa, arena, lecho de sabanas siempre frescas. Si la abrasaba ella se erguía, increíblemente esbelta, como el tallo liquido de un chorro; y de pronto esa delgadez florecía en un chorro de plumas blancas, en un penacho de risas que caían sobre mi cabeza y mi espalda y me cubrían de blancuras o se extendía frente a mi, infinita como el horizonte, hasta que yo también me hacia horizonte y silencio. Plena y sinuosa, me envolvía como una música o unos labios inmensos. Su presencia era un ir y venir de caricias, de rumores, de besos. Entraba en sus aguas, me ahogaba a medias y en un cerrar de ojos me encontraba arriba, en lo alto del vértigo, misteriosamente suspendido, para caer después como una piedra, y sentirme suavemente depositado en lo seco, como una pluma. Nada es comparable a dormir mecido en esas aguas, si no es despertar golpeado por mil alegres latidos ligeros, por mil arremetidas que se retiran, riendo.

Pero jamás llegue al centro de su ser. Nunca toque el nudo del ay y de su muerte- quizá en las olas no existe ese sitio secreto que hace vulnerable y mortal a la mujer, ese pequeño botón eléctrico donde todo se enlaza, se crispa se yergue, para luego desfallecer. Su sensibilidad, como de las mujeres, repropagaba en ondas, solo que no eran ondas concéntricas, sino excéntricas, que se extendían cada vez mas lejos, hasta tocar otros astros. Amarla era prolongarse en contactos remotos, vibrar con estrellas lejanas que no sospechamos. Pero su centro… no, no tenia centro, sino un vacío parecido al de los torbellinos, que me chupaba y me asfixiciaba. Tendidos el uno al lado del otro, cambiábamos confidencias, cuchicheos, risas. Hecha un ovillo, caía sobre mi pecho y allí se desplegaba como una vegetación de rumores. Cantaba a mi oído, caracola. Se hacia humilde y transparente, echada a mis pies como un animalito, agua mansa. Era tan limpia que podía leer todos sus pensamientos. Ciertas noches su piel se cubría de fosforescencias y abrazarla era abrazar un pedazo de noche tatuada de fuego. Pero se hacia también negra y amarga. A horas inesperadas mugía, suspiraba se retorcía. Sus gemidos despertaban a los vecinos. Al oírla el viento del mar se ponía a rascar la puerta de la casa o deliraba en voz alta por las azoteas. Los días nublados la irritaban rompía los muebles, decía malas palabras, me cubría de insultos y de una espuma gris y verdosa. Escupía, lloraba, juraba, profetizaba. Sujeta a la luna, a las estrellas, al influjo de la luz de otros mundos, cambiaba de humor y de semblante de una manera que a mi me parecía fantástica, pero que era fatal como la marea.

Empezó a quejarse de soledad, llene la casa de caracolas y conchas, de pequeños barcos veleros, que en sus días de furia hacia naufragar (junto con los otros, cargados de imágenes, que todas las noches salían de mi frente y se hundían en sus feroces o graciosos torbellinos). ¡Cuantos pequeños tesoros se perdieron en ese tiempo! pero no le bastaban mis barcos ni el canto silencioso de las caracolas. Tuve que instalar en la casa una colonia de peces. Confieso que no sin celos los veía nadar en mi amiga, acariciar sus pechos, dormir entre sus piernas, adornar su cabellera con leves relámpagos de colores.

Entre todos aquellos peces había unos particularmente repulsivos y feroces, unos pequeños tigres de acuario, de grandes ojos fijos y boca hendida y dientes carniceros. No sé por qué aberración mi amiga se complacía en jugar con ellos, mostrándoles sin rubor una preferencia cuyo significado prefiero ignorar. Pasaba largas horas encerrada con aquellas horribles criaturas. Un día no pude mas, eché abajo la puerta y me arroje sobre ellos. Ágiles y fantasmales, se me escapaban entre las manos mientras ella reía y me golpeaba hasta derribarme. Sentí que me ahogaba. Y cuando estaba a punto de morir, morado ya, me deposito suavemente la orilla y empezó a besarme, diciendo no sé que cosas. Me sentí muy débil, molido y humillado. Y al mismo tiempo la voluptuosidad me hizo cerrar los ojos. Porque su voz era dulce y me hablaba de la muerte deliciosa de los ahogados. Cuando volví en mi, empecé a temerla y odiarla.

Tenía descuidados mis asuntos. Empecé a frecuentar a los amigos, y reanudé viejas y queridas relaciones. Encontré a una amiga de la juventud. Haciéndole jurar que me guardaría el secreto, le conté mi vida con la ola. Nada conmueve tanto a las mujeres como la posibilidad de salvar a un hombre. Mi redentora empleo todas sus artes, pero ¿Qué podía una mujer, dueña de un numero limitado de almas y cuerpos, frente a mi amiga, siempre cambiante, y siempre idéntica así misma en su metamorfosis incesante?

Vino el invierno. El cielo se volvió gris. La niebla cayó sobre la ciudad. Llovía una llovizna helada. Mi amiga gritaba todas las noches. Durante el día se aislaba, quieta y siniestra, mascullando una sola silaba. Como una vieja rezonga en un rincón. Se puso fría; dormir con ella era tiritar toda la noche y sentir como se helaban paulatinamente la sangre, los huesos, los pensamientos. Se volvió honda, impenetrable, revuelta. Yo salía con frecuencia y mis ausencias eran cada vez mas prolongadas. Ella, en su rincón, aullaba largamente. Con dientes acerados y lengua corrosiva roía los muros, desmoronaba las paredes. Pasaba las noches en vela, haciéndome reproches. Tenía pesadillas, deliraba con el sol, con playas ardientes. Soñaba con el polo y en convertirse en un gran trozo de hielo, navegando bajo cielos negros en noches largas como meses. Me injuriaba, maldecía y reía; llenaba la casa de carcajadas fantasmales. Llamaba a los monstruos de las profundidades, ciegos, rápidos y obtusos. Cargada de electricidad, carbonizaba lo que tocaba; de ácidos, corrompía lo que rozaba. Sus dulces brazos se volvieron cuerdas ásperas que me estrangulaban. Y su cuerpo, verdoso y elástico, era un látigo implacable, que golpeaba, golpeaba, golpeaba. Huí. Los horribles peces reían con risa feroz.

Allá en las montañas, entre los altos pinos y los despeñaderos, respire el aire frió y fino como un pensamiento de libertad. al cabo de un mes regrese. Estaba decidido, había hecho tanto frió que encontré sobre el mármol de la chimenea, junto al fuego extinto, una estatua de hiel. No me conmovió su aborrecida belleza. La eché en un gran saco de lona y salí a la calle, con la dormida cuestas. En un restaurante de las afueras la vendí a un cantinero amigo, que inmediatamente empezó a picarla en pequeños trozos, que deposito cuidadosamente en las cubetas donde se enfrían las botellas.

sábado, 26 de enero de 2008

Carta de M. Adoradisima Madre

Adoradísima Madre:
Creo que ya es hora de volver a rescatar mi viejo sillón giratorio y desenmarañar con él (y en él) mí historia, cronología mediante, y narrarte una que otra cosa de esas que le pasan a uno sin querer queriendo y de la cual tu hijo a ido recuperándose. Solo espero que mi transe cronológico no me afecte mucho.

Llegó por segunda vez a chimbotelandia, creo yo que fue mas por orgullo y ganas de satisfacer su duda, muy de madrugada como siempre, así fue también su primera visita matasueños, mujer de mierda. La primera vez que vino a verme, pues llevaba solo 6 horas en suelo peruano cuando llamó muy tarde en la noche diciendo que llegaba muy de madrugada, y sin poderle decir algo, colgó, como quien no quiere escuchar algo, como quien no quiere saber nada, mujer de mierda. ¿Era miedo? ¿Que sabia que yo no me enteraba?, Mujer de mierda. Y ¿uno donde se esconde cuando pasan esos casos? Su primera llegada fue brevísima, pero por raro que suene me conmovió en lo mas mínimo, había tenido ya tantas conversaciones por teléfono y quizá por tantas maratónicas llamadas no me extrañó ya tenerla aquí, y fue en una de esas conversaciones telefónicas en las que por querer saberlo todo terminé estrellado de cara contra el destino, aquella conversación hizo que yo decida guardar mis corazones. Pero el corazón insiste, ¿que será lo que le dio?

Si, quizá fue orgullo. Y a las 4am la vi salir del taxi que la dejó en la plaza, luego me explicaba ella, que el conductor, muy amigo de las tradiciones peruanas donde el caballerito recoge siempre a la damita siempre que esta se le ocurra levantarlo a uno a las 12 de la noche para decirle suelta de huesos que llega a las 4 am, pos siempre tiene que estar dispuesto a recogerla, aun cuando el caballerito aya pasado un día de perros y esté mas muerto que vivo, pues será que yo de tradiciones y tradicional no tengo mucho, salvo los cigarrillos para caso de momentos azules, ok, ok, y la dejó en la plaza. Fue casi en un parpadeo, o que se yo sobre su habilidad casi prestidigitadora de bajar los taxis, quizá adquirida aya lejos. Y en una esquina yo, a 20 metros Rosa Ángela, recién llegadísima casi vía aérea y saliendo del taxi casi vía parpadeo. No sabía como mirarme, orgullosa de mierda... Pero que lindo sonreía al verme con cara de miedoso hipócrita, mujer de mierda, sabe tanto porque ha vivido tanto como yo. Me resivio con un "Hola", y yo la resivì disiendole "disculpa, me quedé dormido"; Pero su "hola" esperaba un beso, y sus ojos esperaban a encontrarse con los míos y su sonrisita madrugadora empezaba a hacer muy evidente mi miedo a verla.


Llegamos a la casa no se ni como, ni en cuanto tiempo, y al sentarnos en la sala, no se ni como, ni en que momento, pero reconozco que conservo aun mi manera prestidigitadora de encender un cigarrillo sacado de mi imaginación. Mientras Rosa Ángela se ponía cómoda, yo me inundaba de cenizas.
Hablamos de todo un poco, de ciertas cosas, del tiempo perdido, de uno que otro porque casi, casi olvidado y desenmarañado en nuestra historia, yo le hablaba de lo lindo que se pone chimbotelandia conti... ¡¡mierda!! Así uno empieza a joderse. Y fue ella, tan suelta de huesos, la que me inundó con semejante marea de preguntas, casi asfixiándome le tiré una mirada de esas que ven el alma, pero fue mas bien una mirada de tregua, como quien dice "por favor, ya no, S.O.S; Help".

Y sin decirnos nada, y sin siquiera mirarnos nos quedamos en silencio.

Recordó que tenia que volver a Huaral porque algo urgente tenia que hacer, pero quizá solo recordaba que hay complicaciones en esta vida tan fuertes yo no se. Y tan fugas como llegó se fue. Yo dejé solo que se vaya para ya terminar con mi libro sin final.

Fue una semana de locura, por fin había visto a la mujer que podía matarme con solo verme, o sumirme en la más profunda cirrosis post dolor de por medio (o la verdad, mucha ebriedad de por medio), y lo único que me había dejado es una genuina necesidad de ponerle el punto final a tan larga historia ya casi, casi transcontinental. Siempre en estos casos salgo mucho con mis amigos, me fui de viaje y abandoné el móvil para que no me ubicaran, o corrección, para que Rosa Ángela no me ubicase. Terminé en Trujillo en no se qué festival andino de la virgencita de la papa yungay, por culpa de mi amigo ese que siempre me da posada cuando llego por aya. Y como siempre que uno no quiere saber nada de nada terminé conociendo algo de todo, que diablos. No recuerdo en que momento, o en que botella pero se me aparecieron dos ñustas, si, si, dos ñustas madre, y a uno lo hacen sentir Atahualpa. Simpatiquísimas y guapísimas las ñustas madre, que me preguntaban algo que no recuerdo pero en mi delicioso estado de ebriedad pues entendí alguna cosa obscena, aunque creo que una de ellas me decía "Ella es Teresa" y por mi casi avanzado estado etílico entendí "¿me tocas la teta?" Pero a mi parecer escuche bien, porque luego me di cuenta que las dos ñustas estas pues de vírgenes del sol no tenían ni 50 céntimos.

Regresé a chimbotelandia para descubrir que Rosa Ángela andaba buscándome, y me encontró en Internet. No traté de explicarle, y Rosa Ángela no trato de que le explicase, pero trataba de explicarse. No sé porque razón me dio la impresión de que quería preguntar dónde diablos había estado, ¿porque desaparecí?, ¿Porque no la llame?, Te fui a ver... tonto, ¿a donde fuiste? ¿Te escondes de mí?. No, no dijo nada, sus ojos me lo decían todo, solo dijo "llego a las 4 am" y se fue.

UNA CONVERSACIÓN TELEFONICA

¿Porque ahora? ¿Ya no me vio? ¿Ahora que? Y el corazón que insiste pero se me atravesó el recuerdo de una conversación telefónica que tuvimos antes de que se aparezca por aquí. Yo, madre, a Rosa Ángela volví a encontrarla por internet. La suponia casa y con hijos, tanto tiempo madre... uno se imagina cosas, aunque la verdad es quise imaginarme eso, quizá en algo podia ayudar imaginarme eso, ¿verdad? Pero nop..."casada nop, con hijos menos, pero si tengo mi novio Marco, por si quieres saber"

- La verdad que no, pero ya me enteraste.
- ¿Quieres ver una foto de él?

Celos, fueron celos anafranilicos transformándose en gotas de sudor que me corrían por la frente, ¡¡Mierda!! Tanto tiempo... corazones estúpidos estos que me tocan.

- Es que Ángela, yo hace mucho que aprendí el arte de hacer muñecos voodoo

Nunca e sabido controlar mis ataques de celos, y ella nunca a sabido ser tan obvia, rió enterándose de todo, mujer de mierda. Me preguntó tanto esa primera conversación vía internet, y hasta quiso saber de una buena ves porqué en aquellos tiempos yo la engañaba tanto si la quería tanto, ¿como se le ocurría?? Madre, y se desquitaba diciéndome "lentooooo" cada vez que yo disimulaba no entender algo, pero ella insistía en saber y su insistencia era curiosa y la verdad ya ni me acordaba de algún porqué para ello pero le confesé lo que aquí mis amigos y todos los que conocieron nuestra historia ya sabían.

- Te perdí, la pague, ¿no? Aunque no lo creas quedé muy mal, sobre todo cuando me enteré de que volviste a ser feliz con tu exnovio y lo único que entendí fue que mereces ser feliz con alguien que no soy yo y tratar de entender... fue largo, pero ¿ya vez? Ya no hay dolor solo se transformaron en muchas canciones y cartas y cuentos y recuerdos de interminables viajes perdiéndome en conversaciones que todas todas hablaban siempre de ti y de tus recuerdos lindos que me atacaban de cuando en cuando.

- Nunca hubo nadie, Marco. Solo lo dije para que vengas a verme, para que me busques... no me hables tú de dolor ¿sí?, Tu no sabes cuanto me dolían las llamadas en la madrugada contándome que estabas con otra, y tu diciendo que me querías, ¿cómo podías quererme? Nunca hubo nadie y te esperé, mis amigas me decían que porqué, que como podia no explicarte, Katty hasta intento llamarte y yo le dije que ese no era su problema, pero me dijo que eso no es justo, pero dime, ¿era justo? Y tú me hablas de dolor, tú nunca llegaste, siempre fuiste así, siempre has huido, eres un miedoso. Cuando me fui de Perú solo decidí nunca dejar que jueguen conmigo como lo hiciste tú.
¿Cuantas fueron Marco?, ¿Con cuantas me engañaste?¿Con cuantas Marco? ¿Con cuantas me cambiaste?

Hay golpes en la vida tan fuertes... yo no se. A veces enterarse de esas cosas, esas que has deseado saber siempre y siempre uno se quedó muy de noche tratando de saber porqué, pues te caen de golpe y te dejan sin hablar, sorprendidísimo sintiéndote tan mal. No pude decirle algo, ni recuerdo cuando me fui pero... ¿porque ahora? Tenía novio ¿porque quería enterarse? ¿Porque siente que aun le duele?...no, no. Uno cuando se ve sorprendido siempre quiere creer cosas... Dios... mujer de mierda. A veces suelo confundirme, si, si será eso, será solo que a veces me confundo.

Al llegar a casa me di cuenta de todo cuando abrí mi cajón de recuerdos y leí y releí las cartas que guardaba. Me amó siempre, y tiene razón en todo, siempre huyo. Pero ¿porque después de tanto tiempo quiere acordarse de todo y enterarse de lo que nunca supo? Es feliz ¿no? ¿Por qué hacerlo?

Volví a internet al día siguiente siempre a la misma hora, y volví a esperarla con muchas preguntas, una vaga sensación familiar me hacia sentir mucho mas extraño que de costumbre, esperarla en internet otra vez... esperarla en internet, como antes... Mujer de mierda, recuerdo de mierda. Al encontrarla Rosa Ángela agilísima me dijo:

- Ahora serás tú el que me responda Marco, por qué yo no tengo ganas de responderte hoy.
- Fueron 5 - Pero la verdad es que hasta ahora no tengo memoria alguna, que mierda, no llevaba la contabilidad de aquellos casos. Rosa Ángela cambio de semblante, no se sorprendió pero pareció enojarse, luego su sonrisa me dio la impresión de disimulo, de que... ella... puede ser que... no. Tiene novio, es feliz, llevan juntos 2 años, no, no Marco, las cosas no son así, Corazones de mierda-.
- Me imagine que habían sido varias... pero no tantas- y volvió con otra de esas sonrisitas que esconden todo. ¿Me imagino todo eso? Porque tengo la seguridad esta de que ella...
- Tú quisiste saber. Yo no quise decirte, además ni me acordaba. Y, ¿para que tanta curiosidad? ¿No que eres feliz?? ¿Por qué necesitas saber esto? ¿Acaso quieres hacerme sentir peor? ¿Así te sentirás bien? Sabiendo que yo me siento pésimo. ¿Ya complací a tu ego? Ángela.
- Solo quería saber, descuida, ya lo olvidare. Mi novio vendrá recogerme y seguro preguntará porque ando metida mucho tiempo en internet y porque tengo esta cara y le diré que hablé con alguien que quise y no me supo querer y me engaño con 5, se reirá y dirá "eso te pasa por preguntar", luego nos iremos con el coche por hay y lo olvidare y todo estará bien. Descuida... ya llegó por mi, quizá vuelva a verte otra ves por internet, chau.

Fueron tantos viajes, muchas canciones, demasiadas cartas hablándote de Ángela, las que te mandé madre, sin poder olvidar siquiera su ultima sonrisa, su ultimo beso, su ultima mirada, y cuando pensaba yo que todo había pasado, que el tiempo... los recuerdos... esas cosas pasan. Ya no volveré a saber de ella. Al llegar a casa no pude ni comer, y ni pensar en dormir, pensaba tanto en todo aquello, amplificando cada recuerdito. La había herido tanto, y tanto tiempo paso para enterarme de todo, siempre pensé solo en mi pero fue Ángela... ella me mintió, y solo me preocupaba sacarme el dolor de su ausencia, yo la suponia feliz olvidándome. Mujer de mierda.

Me dormí por cansancio pensando mucho. Me levantó la voz de mi madre biológica diciendo que me llamaban por teléfono. Era muy de mañana y yo sin casi haber dormido, ¿qué se le puede decir a cualquiera que llame y te sorprenda con tanto sueño? Así que contesté con un legañoso "¿hola?"

- Venga que si eres madrugador.

El dejo me sonó extraño, lo primero que pensé fue en Rosita, una lindísima chilenita amiga de mi amigo que en alguna ocasión, ¿o en algún parque?, La hice reír tanto contándole tan solo mi mundo raro que terminamos violándonos pervertidamente en dos días increíbles. Así que contesté:

- ¿Rosita?
- Y mira que te acuerdas de mi voz.

Si supiese que recordaba solo los gemiditos made in Chile y no su voz, seguro me mata.

- Pero... y ¿cómo diste con mí numero?, A ya sé. Te lo dio Deyvi? (mi amigo en común con la chilenita)
- Nop. Lo tenía en la agenda.
- mmmm... no recuerdo habértelo dado.- esto si lo dije con mucha sinceridad
- ¿Ya no te acuerdas Marco?, Espera... ¿Me estas confundiendo?
- ¿Como? ¿No eres Rosita?
- Sip.
- Rosita, el melocotoncito chileno con rulitos y ojitos lindos que se perdió conmigo dos días con sus noches.
- NO.
- y, ¿quien eres?
- ROSA ANGELA
- AAaahhh... AAaahhhh, vaya -sintiendo que la e cagado- disculpa, últimamente ando confundiéndome, es que uno duerme mal y y ... el cansancio y y...
- Yo soy Rosa Ángela ¿esta bien? -con genuina necesidad de patearme en la entre pierna.
- Si si, lo sé, pero yo nunca te e dicho Rosa, si lo recuerdas.
- Verdad. Ok haré de cuenta que no escuche eso.
- Es que yo... fue hace tiempo, disculpa, últimamente... ni dormir puedo... y pienso mucho... me confundo siempre... Pensé que ya no sabría más de ti. Me sorprendes mucho últimamente.
- Así soy yo. Quería escucharte, la verdad.
- ¿porque razón?, ¿Aun quieres seguir enterándote de lo mal que se pone Marquito?
- No... solo preguntarte algo más.
- ¿que ahora?
- Marco, ¿aun me amas?

Yo esas cosas ya no las pasaba, yo de esas cosas ya no hablaba, yo... yo no sé que mierda decir, pero mis corazones si, no me quedé mudo, pero sentí clarísimo como los corazones se apoderaban de mí, fue tan brutal la trasgresión de los corazones por mente que me hicieron temblar pensando solo que esto no está nada bien para mi pero tiene derecho a enterarse, solo me quedó responderle como siempre con esa genuina honestidad que raya en la estupidez.

- SI -Recuerdo que alguna vez mi muy buen amigo me dijo, "no es lo que dices, es como lo dices", no había temor en ese tembloroso "Si” solo ganas de hacer solo que se entere y ponerle punto final a todo esto- ¿contenta? ¿Satisfice tu ego? Ya deja de hacerlo.
- ¿Hacer que? -sentí tanto temor en su voz. Hasta la sentía temblar.
- Joderme, ya te lo dije, ok. ¿Que otra cosa quieres?
- ...
- Y. Dime todo esto, ¿porque quieres saberlo? Dime.
- Porque lo necesito, ayer cuando salí después de hablarte empecé a repetirme ¡Fueron cinco! ¡Fueron cinco! Y no sé... me a dado tantas ganas de ir a patearte Marco... tantas.

Me desvanecí en risas pero con tanta tensión no pude adivinarlo ni pude devolverle la pregunta, solo la escuche hablar de lo mucho que se había enojado y de todo lo que no pudo hacer pensando en el numero 5 que a cada rato se le cruzaba, en forma de 5 coches, o 5 copias de algún papel, o 5 monedas de 5 centavos, y solo opto por preguntarse ¿y porque sigo pensando en eso? Quise adelantarme a su respuesta pero ella sabe tanto de la vida porque a vivido tanto como yo y tan solo por esa razón me dijo que iría enterándome conforme Rosa Ángela empiece a saberlo también. Dijo que llamaría al día siguiente.

Pero no solo llamó el siguiente día, llamó a la madrugada siguiente, y a la media tarde fiestera que uno suele tener, eran casi maratónicas las llamadas a larga distancia. Pero aun así los corazones se adecuan tan bien a las llamadas de Rosa Ángela que uno podia adivinarla vía telefónica aun cuando me jugase una que otra broma.

Fue en una tarde cuando nos encontramos en internet y hablamos de algo y casi de nada, como quien uno no quería enterarse y no dejar que se entere de lo ya muy obvio. Pero me asaltó una canción de esas que hablaban de cosas del corazón, hubo una frase en aquella canción que decía sin mucha importancias quizás "y quiéreme por lo que pueda llegar a ser en tu vida... tan loca y absurda como la mía". Reventé en razón y mande a la mierda el corazón, me ganaban las ganas de mandarla a la mierda si no me respondía. La mire a los ojos (vía webcam) y fue Rosa Ángela la que no pudo contenerme la mirada, tratando de huir me dijo "vasta ya", y solo sin querer queriendo confirmaba todo lo que la canción hacia desbordar en razón, si era tan obvio pero costaba tanto creerlo, pero ya no cabe la menor duda, así que solo afirme lo que mi razón me decía.

- Tu me quieres - Desconecto la cam huyendo casi, no se porque sentí que correría, que desaparecería. Ahora no por Dios, tienes que responderme, ahora no. Mujer de mierda.
- Cállate.
- Mírame
- Por favor
- Me quieres
- ¿Es una pregunta?
- ¿te suena a pregunta?, Lo haces, admítelo... dime, ¿lo haces?
- Marco...
- No es que sea lento, me cuesta creer, es solo eso, me quieres, y lo sé porque puedo sentirte y ¿crees que eso no me cuesta? Hay una barbaridad de distancia y cosas vividas y tiempo pero aun así tu te preocupas por saber de alguien que está al otro lado del mundo preguntándome cosas y casos con ejemplos de mi vida, no sé si esta bien o esta mal todo esto, pero en estos tres días quieres enterarte tanto como puedas sobre mí, y siempre preguntas lo mismo, si sigo siendo el mismo Marco que conociste. Tienes tanto miedo como yo. No me interesa que me creas pero aprendí contigo, cambie, no soy el de antes por si quieres saberlo con mucha más claridad.

No respondió, pero ya no huirá. La sonrisa, un reflejo involuntario de mi ego comprimido solo aparecen cuando me sorprendo, pues no quería creerlo pero lo sabia. MUJER DE MIERDA ¿porque es tan linda?. Mi complicidad de dibujito animado hizo de las suyas divagando entre mis corazones humanos y dando rienda suelta a sus incontenibles ganas de empezar a amarla, quizá Rosa Ángela adivino toda esa actitud y le sumó su perpetuo orgullo, no sabia si correr o quedarse o hablarme o no decirme nada o callarse sentada, pero no se daba cuenta de que todo lo que hacia era confirmarme de una buena vez y para siempre que mi razón no se equivoco. Tenia que interpretar su silencio. Y para que no vuelva a decirme "lento" la atrapé en una pregunta.

- ¿Que tanto Ángela? - La web cam me mostró sus ojos. Temblaba, y volvió a desconectarla. No esta bien, quizá, pero a veces el corazón transgrede a la razón y uno solo termina queriendo sin querer queriendo
- ...Mucho. - No fue mi ego, fue solo mi razón actuando antes que mi corazón. Rosa Ángela había vuelvo a quererme. Volvía a mí aquel sentimiento empolvado - ¿qué tal tu ego?
- pues nada, ya lo sabia, ahora eres tu la que tienes ganas de correr, ¿correrás? O dejaras que te quiera - noté un nudo en su voz, no me digas como, pero lo sabia. Y todo esto... era difícil y a la ves nuevo todo esto, pero tan sencillo y familiar aquel sentimiento.

Regresé a casa caso flotando y no recuerdo haber abierto la puerta, quizá la atravesé; Quizá mis corazones se encargaron del resto, que sé yo, aun seguía flotando. Me dirigía a desfallecer en mi sillón giratorio soñando despierto mientras mis dos corazones se estrechaban la mano cuando el teléfono me aterrizó, tenia que ser Rosa Ángela, no hay duda.

- ...
- No sé por qué te llamo, no debería
- ...
- Casi me atropella un coche cuando salí a comprar una tarjeta para llamarte... tonto. Ok, ya lo sabes, y dime, que ¿viene ahora? Porque soy yo la que no puede pensar en porque vuelto a sentir esto, no lo sé Marco... no lo sé... tu... el tiempo... y, y... mi vida... son 2 años Marco... no se...
- ¿Te gustan los chocolates en las tardes de invierno?
- ...
- Siempre que me veía sorprendido por un recuerdo tuyo y tenia ganas de dejar de fumar, compraba muchos chocolates y me tiraba recordar, a veces, cuando me dejaba llevar por todo el tiempo pasado lleno de cariño, pues terminaba sumido en una profunda depresión por las cosas que hice, el chocolate aliviaba recordándote otra vez, con dulzura, quizá por eso tu recuerdo es el mas dulce sabor que tengo, y con sabor a chocolate. Cuándo vengas te comprare uno y caminaremos mucho, ¿te parece?.

Escuchaba su respiración, casi hasta los latidos de su corazón, no sé por qué la sentí temblar y tampoco sé porque la veía inmóvil con los ojos cerrados tratando de pensar en algo, pero los sentimientos la invadían con su tropel de sensaciones, sudaba y dudaba, y yo, no se por razón sabia casi a perfección lo que ella estaba haciendo.

- Me parece muy buena idea.
- Ya tienes que colgar, ¿verdad?
- Sí.
- Abre los ojos.
- ... ¿como?¿, ¿Cómo sabes que estaba con los ojos cerrados?
- No lo sé Ángela, no me preguntes eso.

Colgó riéndose y suspirando un alivio, Antes de colgar me dijo que llamaría a las 2 am, Mujer de mierda, a lo mejor me preparaba ya para sus visitas mata sueño, Siempre pensando en todo mi dulce Ángela, fue esa llamada la mas maratónica que tuve alguna vez, y que tuve alguna vez con Rosa Ángela. Llamó puntual, el timbre del teléfono me despertó echo nudo en mi incomodo mueblesito de la sala.

Aquella vez hablamos de mucho, que paresia nada, pero sin querer queriendo se transformó en la más genuina conversación-duelo que había tenido en mi vida; Rosa Ángela lanzaba su "fueron 5, Marco" y yo la esquivaba agilísimo con un "y me quieres mucho", Ángela volvía a la carga con un "me engañaste mucho" y yo de revez le respondía que "Tus cachetadas, besos y besitos volados, me arreglaron muy bien, y tu mordida de 32 dientes en mi cuello me lo hicieron recordar, ¿te acuerdas de aquellos?, Pero igual, me quieres": Y Ángela perdía el asalto sonrojada y con los ojos serrados, soñando abandonada en su sillón de suspiros perpetuos vía telefónica y cruzando el charco para estrellarse muy dentro de mi, le delata la sonrisa. Recuerdo que preguntó muy soñadora si tendría yo hijos, le respondí que si, que siempre me había imaginado educando a mi hija "porque quiero una niña ¿he?" Pero nunca había pensado en una madre. Su sorpresa me la expectoró en la oreja con un "¿NO?" Inmenso (y creo ke en sol mayor) que me dejó sordo.

- Entonces... a lo mejor... puede que tu seas...
- ¿soy que?
- Es que yo siempre tuve esa misma idea... dime, dime Marco, ¿que nombre le pondrías a tu hija?
- Que sé yo.
- Y ¿si fuese nuestra?
- No sé... soy malo para eso
- anda, no seas así, solo dime uno
- uhmmm... ¿Leslie?
- Idiota- Colgó.

Orgullo, purito orgullo. Leslie, mi novia fallecida hace tanto tiempo aun la ponía celosa, quizá recordó los ataques de celos, lindísima ella, donde terminaba diciendo algo así como "por una maldita muerda" cuando me descubría muerto de melancolía al pensar en lo que pasó en los tiempos de Leslie. Me abandoné en mi incomodo mueble, a ver si se puede dormir un poco, total, Ángela volverá a llamar.

- ¿alo? - fue un ¿alo? Con voz de central telefónica.
- Ariana, ¿te gusta?
- Me encanta
- Así la llamaremos entonces.

Volvimos ya no a la conversación-duelo mas bien fueron mis ganas de saber de mas, lo admito madre, fui yo el que comenzó, quería solo saber de una buena vez a que se puede llegar con todo esto, si e de perder, si solo soy una confusión, si su deseo de conocerme otra vez pueda matarme, si solo soy una cariñosa curiosidad, o si solo soy su juguete. Pero entre tanto preguntar Rosa Ángela, que sabe tanto de la vida porque a vivido tanto como yo, me dijo:

- Has de cuenta que ahora mismo regresamos al pasado, y tu tienes 20 y yo 19, ¿lo recuerdas? ¿Recuerdas como era? ¿Recuerdas lo que me decías Marco? Dímelo por favor.- Mujer de mierda, ¿porque sabe tanto como yo? Nunca a mis corazones los habían pillado tan desnudos solo con una simple pregunta. Malditos cobardes ¡Digan algo!¡Defiéndanme!, Rosa Ángela escapaba de mi duda con su astucia de gata, fue en ese momento donde ella dejo de ser "ella" solo era y para siempre Rosa Ángela (de Cádiz?) La que con sus llamadas insomnes sabe ponerme en este estado de catarsis, descubriendo mis corazones cobardes y desnudos. Los corazones cobardes me impidieron decir algo siquiera. Pero fue mi razón la que termino de convencerse de todo y se dio cuenta que a mí me sentaba tan bien ese añejo sentimiento que me hacia naufragar entre su voz y sorprenderme tanto como para quedarme callado, la razón me empujó a decir solo la verdad. ¡Aprendan malditos corazones!, y dejando de temblar le dije:
- Te amo Ángela, te amo. yo, yo recuerdo que tu también...
- Te amo Marco, te amo mucho.

No podíamos decirnos nada mas, no hubo palabras, solo suspiros entendiendo todo.

- Abre los ojos, te vas a caer
- ¿Como?
- ...
- Espera, llaman a la puerta

Escuche a lo lejos una conversación, y escuché su voz nerviosa luego sus pasitos en plena carrera hasta alcanzar el teléfono.

- Tengo que irme ya.
- ¿Porque?... ¿Quién llegó? - lo presentí.
- Es él... Marco.
- ... solo dímelo otra vez
- No puedo.
- Si, si puedes.
- Por favor- se me encogió el corazón cuando descubrí en su voz, casi quebrantada en lagrimas, que sufría mucho Rosa Ángela sufría porque no quería hacer sufrir a nadie. Colgó y me desconecte yo también.

“Eres tan frágil como la luz,
Abres mi amanecer
Si no me alumbras yo no, no me acabo de entender”

Pensar que no será fácil, pensar que duele lo ke ya dolerá pero que estoy muy dispuesto a vivir me hacia aterrizar de el sueño de soñar con Rosa Ángela. No podia pasar todo el día soñando su boca junto a la mía, había una realidad; tenia novio y dos años de aventajada relación. Pero había otra realidad; la razón de quererme, esta era la mas confusa de todas, porque me ponía a pensar en mil y un inconvenientes, en el destino y la distancia, en un oceánico mar de ideas vía web cam y porque no sabia si quererme era solo el producto de esa especie de casualidad casi mágica que siempre me a afectado: Terminar queriéndome sin querer queriendo, o de la mas genuina casualidad llamada destino.

Mi amiguísimo, que conocía a perfección nuestra historia, porque la había vivido por aquí y por aya en ese tiempo viajero, madre, que tu bien sabes y que luego te haré entrar en detalle; auguro que terminaríamos casándonos. Siempre que lo encontraba era solo para decirme “piénsalo mucho, ¿por qué lo hace? ¿por qué te llama? Ok, de repente te odia, pero cuando odia quiere y cuando quiere ama y cuando ama a la cama, ¿no has pensado en eso? O quizá solo quiera vengarse y sacarse la espina”. Olvide mencionarte, mi amigo es muy básico a veces y demasiado hermano mío el resto del tiempo, no notaba nunca su decisión de hacer que solo use mi razón, pero me veía con tanta chispa en los ojos y con tanta confusión en la cabeza que solo siempre en nuestras reuniones optaba por traer mas vino “así o te mato de cirrosis o te matas de amor pero de ke te mueres te mueres” terminaba mi amigo en sus básicos consejos.

En una de las tantas conversaciones telefónicas que tuve con Rosa Ángela

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